Conforme escribo este post (10/05/2020), países de todo el mundo tienen por delante decisiones tremendamente difíciles. Una de las más importantes es la decisión de cuándo y cómo van a volver los niños a las aulas. Te aviso que hay pocos datos para tomar decisiones basadas en evidencia, pero voy a intentar repasar un poco lo que sabemos.
¿Por qué el cierre de los colegios fue una de las primeras medidas que todos los gobiernos pusieron sobre la mesa?
A estas alturas de la historia todos estamos familiarizados con un parámetro del que poco habíamos oído hablar hasta hace unos meses: el famoso R0. Este parámetro es el que mejor describe la capacidad de transmisión del virus y nos dice cuánta gente se infecta de media por cada persona infectada. A día de hoy, se calcula que el R0 del SARS-CoV-2 es aproximadamente 3 (aunque hay datos que indican que podría ser más alto). Pero el R0 es un parámetro fluido, modificable. Todas las medidas de contención que se han realizado tienen como objetivo reducir ese R0 a un número menor que 1, que es cuando -una vez que los casos se van recuperando- el número de casos va bajando en vez de subir.
El hecho de que sea un parámetro fluido también significa que el R0 varía en función de la localización o la población que se esté mirando. Es un número que se calcula a partir de los datos epidemiológicos, en los que intervienen múltiples factores, uno de los cuales es nuestro comportamiento. Cabe entonces preguntarse si el R0 es diferente en adultos y en niños.
No podemos responder directamente a esa pregunta en COVID-19 porque no tenemos los datos para hacerlo. Pero se conoce muy bien cómo funciona en el caso de la gripe, y podemos aprender de ese concimiento. Justo por eso es que el cierre de colegios se planteó desde el principio. Si hay algo que la gripe y el COVID-19 tienen en común es la forma de transmisión, por lo que las medidas de salud pública que sirven para controlar la gripe deberían funcionar en este caso. No es ideal, pero tenemos que basarnos en el conocimiento que tenemos para actuar.
Sabemos que los niños tienen un papel fundamental en la transmisión de las epidemias de gripe. Y además tiene sentido: los niños no se comportan como adultos. Juegan apelotonados unos encima de otros y no respetan las normas básicas de higiene: no solo es que no tosan en el codo, es que se comen los mocos. Además en los colegios suele haber una concentración muy alta de persona -personita- por metro cuadrado. Aquí en el Reino Unido hay 32 personas por aula, una concentración que sería difícil de encontrar en ningún lugar de trabajo. Es por eso que todos los padres saben que los colegios son caldo de cultivo de virus, y que la mayoría de las enfermedades que entran en las familias cuando hay niños en edad escolar vienen precisamente del colegio.
Si tenéis mucha curiosidad, este informe hace un análisis exhaustivo del impacto que el cierre de los colegios tiene en las epidemias de gripe.
Con todo esto, con respecto a COVID-19, hay datos recogidos en China que indican que la reducción de los contactos entre niños ha tenido un papel fundamental en el control de la epidemia, y estos autores calculan que el cierre de colegios contribuyó a una reducción del 40-60% de casos.
¿Pueden los niños contagiarse de COVID-19?
Sí, los niños pueden contagiarse, pero hasta ahora, todo parece indicar que tienen menos probabilidades de desarrollar una sintomatología severa. El principal factor de riesgo para COVID-19 es la edad, y desde el principio de la pandemia ha sido patente que los niños están menos afectados por esta enfermedad que los adultos. El cierre de los colegios no tiene como objetivo proteger a los niños: tiene como objetivo controlar la pandemia.
El saber que los niños se infectan y que sufren menos la enfermedad que los adultos, sigue sin responder a si tienen la misma probabilidad de infección. A este respecto las cosas no están nada claras: hay estudios que muestran que sí, y otros que dicen que no. En todo caso, la información es preliminar y está muy afectada por las circustancias que rodean a la pandemia, ya que hay mecanismos de control instaurados que modifican su comportamiento natural. Por tanto, podemos decir con seguridad que los niños se pueden infectar, pero no sabemos si tienen la misma probabilidad de infectarse que un adulto.
De todas formas, aunque hay mucho que no entendemos de este coronavirus, sí que sabemos que en general los virus respiratorios tienen una especial predilección por los niños, por lo que sería sorprendente si se confirmase que en un escenario natural, los niños tienen menos probabilidades de infección. Hay quién está buscando explicación a esta posibilidad, que en parte, podría ser parecida a por qué los niños sufren una enfermedad de forma más leve, algo de lo que os hablé en su momento en las redes sociales (podéis encontrarlo aquí).
Para complicar más el escenario, desde hace unos días hemos sabido que hay un síndrome inflamatorio severo en niños que podría estar asociado a COVID-19. Hay pocos casos, por lo que hay que mantener la perspectiva, pero hay que estar alerta, porque no parecen buenas noticias.
¿Pueden los niños contagiar el coronavirus?
Como decía al principio del post, el problema es que tenemos pocos datos. Precisamente porque los niños no están muy afectados por la enfermedad, no se les han realizado tests diagnósticos, que bien sabemos que no sobran. Además, en la mayoría de los países, los colegios cerraron sus puertas al principio de la pandemia, por lo que los niños han estado menos expuestos al virus que otros grupos dentro de la sociedad.
En aquellos niños que han sido diagnosticados con COVID-19 hay varios estudios que indican que podrían ser tan infecciosos como los adultos. Por ejemplo, un estudio encontró que hay la misma cantidad virus en adultos que en niños. Y aunque eso no se traduce directamente en que son igualmente infecciosos, en otro estudio, los investigadores fueron un paso más allá. Usaron muestras recogidas de niños infectados con COVID-19 e infectaron muestras celulares en el laboratorio. En este caso encontraron que según este método, los niños parecen ser tan infecciosos como los adultos.
¿Y si los niños son asintomáticos?
Seguimos con la misma retahíla: es difícil saber porque hay pocos datos. Sin embargo, sabemos que la transmisión del virus se puede producir en ausencia de síntomas, y deberíamos tener la precaución de considerar que lo mismo ocurre en adultos y en niños.
Conocemos por ejemplo el caso de un bebé de 6 meses que fue diagnosticado con COVID-19 y sin desarrollar ningún síntoma tenía niveles de virus que estaban a la par con los de un adulto.
¿Qué conclusión sacamos?
El cierre de los colegios es una medida que tiene unas consecuencias económicas y sociales tremendas, pero desgraciadamente, la ciencia está lejos de tener una respuesta clara a cuándo o cómo debemos abrir las aulas, y los expertos están divididos con respecto al papel de los niños en la transmisión del SARS-CoV-2.
Uno de los datos que se mira para intentar entender el papel de los niños en la transmisión del virus es en cuántas familias el primer caso ha sido un niño, y a día de hoy parece que son pocos. Las voces más conservadoras avisan de que mientras estos datos se recojan mientras los colegios siguen cerrados, no son suficientemente fiables. Sin embargo, y en función de estos datos, otros países han decidido abrir colegios tras concluir que los niños no tienen un papel importante en la transmisión de esta pandemia, como es el caso de Holanda.
Desde el punto de vista científico, idealmente querríamos ver a países parecidos tomando medidas diferentes para poder medir el efecto de cada medida y poder aprender unos de otros. De momento, nos encontramos todos dentro de un experimento a nivel global, en el que seguimos aprendiendo conforme van pasando los días.
Un apunte: he incluido bastantes “referencias-links” a preprints en este artículo. Los preprints son artículos que todavía no han pasado un proceso de revisión. He intentado desde que empezó esta pandemia usar solo publicaciones tradicionales o fuentes oficiales para toda la información que ido divulgando, pero en este caso no he encontrado la información necesaria para escribir el artículo sin recurrir a los preprints. Los preprints están teniendo un papel importante en la comunicación científica desde que comenzó la pandemia, pero puede que estemos abusando de ellos, especialmente en lo que hago hoy: información para todos nosostros, no entre científicos. Intentaré actualizar este artículo cuando la información sea más fiable, pero no puedo terminar sin avisar que la información es más preliminar de lo que me gustaría. Creo que precisamente el hecho de sea así contribuye a lo que termina siendo el mensaje principal de este artículo: que no sabemos, y que encima, incluso eso es información preliminar.
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